Él. Caminaba desde su casa hasta la universidad todos los días de su vida como soldado y comandante. Alto y existencial. Regalaba buenos días a cual oportunista se cruzase en su precario pero aún así dichoso camino. Fusión extraña entre infierno y locura. Fusión extraña entre el cielo y el éxito. Él. Caminaba desde su casa hasta algún bar para ahogar quien sabe que penas inventadas. Capitán en los barcos del augurio, y así, el pensamiento de todos... un porvenir brillante y afortunado.
Un día inoportunamente lo vi llorar. Y otro día también. Y en sus lágrimas me ahogué, nos ahogamos.
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